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El Rock Argentino: Una Historia Cada Vez Más Contada

Un fenómeno que va en aumento: el rock argentino gana cada vez más presencia en los estantes de las librerías. Biografías, autobiografías, anecdotarios, ensayos y crónicas, recopilaciones de viejas notas periodísticas y entrevistas, pinturas de época y de lugares icónicos; en el último año la bibliografía del rock argentino profundizó su crecimiento, que multiplicó en gran medida aquellos primeros intentos que significaron títulos como Agarrate, de Juan Carlos Kreimer (1970 - Galerna), Cómo vino la mano, de Miguel Grinberg (1977); Historia del rock en Argentina, de Marcelo Fernández Bitar (1987) y Crónicas e iluminaciones, de Eduardo Berti (1988). Un fenómeno que Leandro Donozo, fundador de la editorial Gourmet Musical, sintetiza: “Cuando edité mi primer libro, en 2006, en las librerías te decían que no tenían libros de música. Hoy tienen su lugar”. Autobiografías, crónicas, ensayos, bitácoras de viaje.



Un viaje al interior de Luis Alberto Spinetta. El “antropólogo del rock” Miguel Grinberg propone explorar el mundo Spinetta, que en los últimos tiempos también ha sido abordado por autores como Julián Delgado ("Tu tiempo es hoy - Una historia de Almendra") y Ezequiel Abalos ("Figuración", y antes por Miguel Dente ("Teacher de luz"), Juan Carlos Diez ("Martropía") y Eduardo Berti ("Crónicas e iluminaciones"), entre otros.



Vale, como ejemplo, una breve enumeración -seguramente víctima de unas cuantas involuntarias omisiones- de las más recientes publicaciones. Ahí conviven, en las mesas de novedades y en las vidrieras tanto de las grandes cadenas como de las librerías más artesanales, Soda Stereo - La biografía completa, de Fernández Bitar (2016 - Random Mondadori/Sudamericana) -entre los más vendidos de las últimas semanas según las páginas de Yenny y Cúspide-; Tu tiempo es hoy - Una historia de Almendra, de Julián Delgado (2017 - Eterna Cadencia); 50 años de Rock - 50 bandas fundamentales, de Miguel Dente, Daniel Gaguine y Matías Recis (2016 - Disconario); Figuración, de Ezequiel Abalos (2017 - El encuentro editorial/Editorial Michaux); No bombardeen Barrio Norte, de Martín Zariello (2016 - Perro Andaluz Ediciones); Skate Punk - Un lunático sobre ruedas, de Walas (2016 - Sudamericana); Rock Sudaka, de Juan Mendoza, y Yo no estoy aquí, de Pipo Lernoud (ambos de 2016, de Gourmet Musical); Vicentico, de Eduardo Fabregat, y 100 Veces Charly, de José Bellas y Fernando García (ambos, 2016 - Ediciones B); y Pappo - Made in USA, de Peter Deantoni, Diario de Viaje, de Fito Páez, Salsipuedes - Historias del rock argentino, de Gillespi, Yo conozco ese lugar, de Zeta Bosio, Arbolito - Por todas las libertades, de varios autores, y Manal - Vivo en Red House (todos, 2016 - Editorial Planeta). Y si decimos que Sandro forma parte de mundo rock argento, ahí está también La música de Sandro, de Pablo Alonso (2016 - Gourmet Musical).

Lista a la que habría que sumarle los trabajos en preparación, entre los que sobresalen una biografía de Moris; una historia de Seru Giran, por Mariano del Mazo, co-autor, con Pablo Perantuono, de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota - Fuimos Reyes (2015 - Planeta); las memorias del Indio Solari (en colaboración con Marcelo Figueras) y una actualización de Arrogante Rock - Conversaciones con Babasónicos, de Roque Casciero.
Pero, ¿qué es lo que hace que el rock local de pronto haya despertado el interés de editoriales, historiadores, musicólogos y periodistas, y se haya convertido en objeto de consumo para quien entra en una librería?

La presencia de bibliografía sobre el tema crece de manera notoria en las librerías. Opinan editores, autores y músicos.



Así como son varios los interrogantes, también lo son las respuestas. Tan válidas unas como otras, refieran al plano académico, al del compromiso afectivo, al de la divulgación o al estrictamente comercial. Y sin duda alguna, complementarias.
“En principio, el rock argentino -y me atrevería a decir que el rock en el plano internacional- vive desde hace ya un tiempo en un estado de auto celebración histórica. No me atrevería a entender esto con consecuencia directa de un presente poco atractivo en términos musicales, pero el dato concreto es que el pasado del género le interesa más al público joven, que obviamente no había nacido en tiempos de Pescado Rabioso, que a los coetáneos de aquellos días”, señala el historiador Sergio Pujol, autor de Rock y dictadura - Crónica de una generación (2005 - Emecé) y La tocada rebelde - Los años 60 en la Argentina (2002 - Emecé).
Joven o no, el público, según dice Mariano Valerio, uno de los responsables de la colección de Música de editorial Planeta, estaba ahí. Sólo que había que salir a buscarlo. O a tentarlo. “Era evidente que había un nicho de lectores que estaba a la expectativa de este tipo de libros. Cuando arrancamos con Pappo - El hombre suburbano (2011), de Sergio Marchi, funcionó muy bien; y vimos un segmento de lectores súper interesantes, que años atrás no estaban, porque eran contemporáneos de los propios escritores, y era como que se estaban contando la historia entre ellos. Ahora hay una combinación que va del segmento de gente de 25 con inquietudes a los de 60, movidos por la añoranza”, explica Valerio.
Un libro “funciona bien”, según el hombre de Planeta, cuando agota su primera edición, que de mínima supone entre tres mil y cuatro mil ejemplares. “El de Pappo va por la quinta, y el de (Oscar) Jalil (Luca Prodan - La biografía, de 2015), por la tercera o cuarta”, dice Valerio, que anticipa cinco o seis títulos nuevos para este año.
Más cerca de las dimensiones de Gourmet, Alverto De Mari, fundador de la Editorial Michaux también adelanta que “se vienen” libros sobre Manal y Pescado Rabioso, en el marco de su colección Rock de acá (creada en colaboración con el autor Ezequiel Abalos), que ya lleva editados los libros Rock de acá 1 y 2; Figuración, sobre la historia de Almendra; y Cada día somos más, sobre Billy Bond. Y Donozo avisa que entre proyectos, libros en edición y en proceso de escritura, su editorial debe tener “unos 40”. Aunque no todos focalizados en el rock.


A modo de cuaderno de bitácora. Antes de que “lo escriban”, el músico rosarino resumió un año de su vida -2015- en 240 páginas, con una dinámica que intercala giras, reflexiones sobre música, con una profusa documentación fotográfica.
¿Será ese “segmento” del que habla Valerio parte del público de rock que ya se apartó de la dinámica de los recitales, y va a los libros para reencontrarse con aquel que alguna vez fue?
“No es un tema que me haya planteado al encarar las charlas que le dieron forma a Salsipuedes. Más bien pensé en mi propio universo; todo está motivado por mi propia curiosidad, al estar sentado ahí con el Flaco (Spinetta), tomando mate, y pensar qué le puede interesar a gente como yo”, cuenta Gillespi, cuya condición de músico, conductor y periodista lo ubica de un lado y del otro del mostrador. Además, Gille destaca que la gente que le manda su foto con el libro está entre los 20 y los 30 años. “No son jovatos de 60”, dice; y afirma: “En todo caso, son libros necesarios para construir y reconstruir la historia de nuestro rock, que es un rock glorioso”.
Por su parte, Del Mazo amplía el contexto de análisis. “Desde hace una década, quienes ejercen el poder mundial, el poder político y empresarial, el de la opinión son tipos que tienen la edad del rock. Desde Obama hasta el jefe de redacción de Clarín, el gerente de SanCor; todos, alguna vez fueron a Palladium o a Obras a ver a Seru, o estuvieron en el concierto de Amnesty. Los que cortan el bacalao en el mundo están forrajeados por la cultura rock. Para bien o para mal, la generación del rock tomó el poder", dice. Y aclara: "Claro que desde otro lugar”.
En tanto, el mismo Del Mazo, Fernández Bitar y Donozo coinciden en que la literatura de rock está cubriendo el hueco que ha dejado la prensa gráfica. “Hace una década vos tenías buenas notas, largas, con desarrollo, en Clarín, La Nación Página 12. Hoy eso no está. Rolling Stone es una revista de moda con rock, sin sentido crítico. Entonces, los libros son como lo que eran los suplementos especiales de un diario.” son como lo que eran antes los suplementos especiales de un diario”, explica Del Mazo.


La palabra de un auténtico pionero. Fundador del periodismo de rock, co-autor de canciones fundacionales, Lernoud repasa las cinco décadas del género a través de una recopilación de notas, cartas, fotos y vivencias.


En sintonía con tal hipótesis, Donozo y Valerio incorporan como un elemento adicional la calidad del producto. "Si vos tomás la primera edición de Cómo vino la mano, de 1977, la comparás con las siguientes, y con la nuestra, que es la más reciente, hay un gran cambio. La reedición de 1992, de Distal, tenía un montón de fotos en la tapa, donde además anunciaba: 'Con fotos de...'. Era como una revista con lomo. Un libro que venía con póster. La que yo hice tiene menos fotos, algunas inéditas, notas al pie, onomásticos, un apéndice con notas; es un libro para un lector que lee libros. No es para un fan que va a buscar algo más además del disco", amplía.
"Los libros que estamos editando son lindos como objeto, que no es un tema menor. Tienen buenas fotos, buenas tapas. Generalmente, al libro de rock o de música se los relacionaba con algo menos cuidado", suma Valerio. ​
¿Y que rol juegan los músicos? “Los músicos llegan a un momento en el que les gusta hacer un balance y contar su pasado. A algunos les da vergüenza, o les pasa como a Zeta, que se dio cuenta de que en algunas cosas que contaba en Yo conozco ese lugar se estaba autoincriminando. Pero a otros, como al Indio -con lo que está haciendo con Marcelo (Figueras)-, les interesa dejar su punto de vista sobre temas que los involucran. Lo que es difícil es el trabajo de la bio no autorizada, que requiere una investigación muy exhaustiva del entorno del artista para reconstruir su vida. Acá salvo excepciones como la de Marchi con el libro de Pappo, se juntan pocas; y esas anécdotas ocultas no aparecen”, distingue Fernández Bitar.
Quizás por eso, en parte, Andrés Calamaro tomó el toro por las astas y publicó sus “diarios íntimos”. “Me estaba apurando antes de que alguien lo contara por mí. Decía (Rodolfo) Fogwill: ‘Escribo para que no me escriban’”, le dijo el músico a Clarín en ocasión del lanzamiento de Paracaídas y vueltas (2015 - Planeta). Y reflexionó sobre eso de que los artistas deberían hablar sólo por su obra, tantas veces reflejo de su intimidad, dejando su privacidad a resguardo.


Gustavo Cerati. Uno de los preferidos, a la hora de la elección de personajes que valen una investigación. "Cerati en primera persona", de Maitena Aboitiz; "Cerati, conversaciones íntimas", de Gustavo Bove; "Cerati, La biografía", de Juan Morris; "Elegancia pop", de Miguel Dente, son algunos de los trabajos que lo tienen como objeto de estudio. (AP)



Gustavo Cerati. Uno de los preferidos, a la hora de la elección de personajes que valen una investigación. "Cerati en primera persona", de Maitena Aboitiz; "Cerati, conversaciones íntimas", de Gustavo Bove; "Cerati, La biografía", de Juan Morris; "Elegancia pop", de Miguel Dente, son algunos de los trabajos que lo tienen como objeto de estudio. (AP)

“La mayoría de los lectores entienden otra cosa por intimidad, porque el mundo interior es un asunto degradado por la televisión”, advirtió el Salmón. Y apeló a Crónicas, de Bob Dylan, para completar su argumento. “Ofrece estas crónicas en donde no parece sentir la necesidad de contarnos su infancia, ni sus divorcios. La leemos y seguimos sin saber cómo se llaman sus nietos, apenas si adivinamos algún detalle, como el color azul de una Harley Davidson. Sin embargo, es pura sustancia”.
Al respecto, Donozo toma algo de distancia. “Muchas veces, los libros son testimonios autobiográficos que ni siquiera son escritos por el protagonista. Son valiosos, pero la fama a veces otorga una autoridad falsa, que carece por completo de fundamento. Se confunde su capacidad para hacer música con la que tiene para reflexionar sobre la música, cuando justamente hacer eso, para muchos músicos carece de sentido; y prefieren la autobiografía o el anecdotario”, razona.
Aunque no se despega tanto de la mirada del Salmón acerca de la "intimidad revelada": “Si vos te fijás bien, en la WEB de un diario, las notas más leídas son las que cuenta n si Fulanito salió con tal o cual. Si Marx resucitara y va de columnista a La Nación, seguro que su columna no estaría entre las más leídas. Con la tele pasa lo mismo: los noticieros y programas políticos se basan en los chismes. Y los libros replican eso”.
En cambio, para evitar ese “chusmerío” Valerio precisamente dice que opta por la autobiografía, aún a pesar de las omisiones. “Es un riesgo que aceptás como editor. Muchos autores empiezan, y después se dan cuenta de que tienen hijos, esposa… Y te piden que saques. Todo pasa por cuánto estén dispuestos a contar. Pero prefiero el libro en primera persona al libro chusma”, sentencia.





Todos los Charly. Del "No digas nada", de Sergio Marchi; "Charly en el país de las maravillas", de Mara Favoretto, pasando por sus propias "Líneas paralelas", y "100 veces Charly", de Bellas y García, el músico es un nombre repetido en los estantes de música de las librerías.



¿Les preocupa a los músicos lo que se escriba de ellos? “Demasiado”, responde Del Mazo. “No se relajan. Lo que sucede es que los tipos que son contados se vuelven locos porque no pueden controlar lo que hay publicado sobre ellos”, agrega. Y advierte: "Hay una suerte de idea de que uno hace esto por plata; y cualquiera que se mete en el trabajo de hacer un libro sabe que no es así. Es tanto el trabajo que implica, que si no sos (Gabriel) Rolón o (Luis) Majul, no tiene una justa recompensa". Al tiempo que diferencia entre el libro de fanático y el periodístico.
En ese último caso, lo importante, según resalta Pujol, es que a la hora de investigar y de escribir, la pasión esté más volcada al trabajo mismo que al tema. “Por supuesto, es habitual que haya un vínculo afectivo con la materia que estás abordando. Pero la visión del fan no me parece muy productiva”, plantea.
Chusma o producto de una profunda investigación, degradada por la tele o no, todo indica que, tal como lo señala Calamaro varios párrafos atrás, la revelación de la intimidad de una figura del rock local es un arma que seduce a sus potenciales lectores, tanto como la de cualquier mediática o mediático a los televidentes. Y que, en mayor o menor medida, conmueve el entorno del personaje desnudado. Si no, basta con recordar el revuelo que provocó la aparición de Cerati - La biografía, de Juan Morris (2015 - Sudamericana), cuya crudeza en el relato de las horas en las que el ex Soda -junto con Luis Alberto Spinetta, Los Redonditos de Ricota y Charly García, el personaje con más bibliografía sobre su vida y obra- tuvo su ACV provocó la reacción de su familia y entorno.
En la otra vereda se inscribe el relato desde una perspectiva más conceptual, como lo plantea Pujol, al hablar del rock como un universo que va más allá de la suma de nombres ilustres. “El rock se volvió tema científicamente legítimo entre los investigadores sociales y de comunicación. Hay muchas tesis de maestría y de doctorado que tratan aspectos de la historia del rock argentino”, expone.
Y concluye: “Todo período histórico reviste interés, siempre que sepamos cómo interrogarlo, por qué cosas ir y con qué herramientas hacerlo. Por ejemplo, el potencial contra-hegemónico del rock argentino en los años ’90, en plena aplicación de políticas neoliberales es un tema interesante, sobre el que algo se ha escrito, si bien queda mucho para profundizar. De todos modos, debemos reconocer que los momentos fundacionales de los movimientos artísticos tienen un aura especial. Y los historiadores no somos inmunes a ese encanto. Y evidentemente, tampoco el público de rock actual, que mira al pasado ya no con el desdén de los años del punk sino con el encanto que despiertan las sagas antiguas.




El Indio Solari. El y la leyenda de Los Redonditos de Ricota son uno de los capítulos del rock argentino más abordados.

En ese mapa, el rol de la editorial Gourmet Musical es esencial, con su aporte que supera la barrera de la biografía, para ubicarse en otros andariveles de la cuestión. De la reconstrucción de la historia de uno de los templos del género, en Cemento - El semillero del rock, de Nicolás Igarzábal (2015 - Gourmet Musical) -también, sobre el tema, Sebastián Duarte escribió Yo toqué en Cemento (2015 - Ediciones del Pollo), y ambos encuentran un antecedente en Estadio Obras - El templo del rock, que Gloria Guerrero publicara en 2010-, a la compilación de textos cultivados a lo largo de 50 años por Pipo Lernoud en Yo no estoy aquí -Rock, periodismo, ecología y otros naufragios, pasando por el análisis de las letras de García, que Mara Favoretto ensaya en Charly en el país de las alegorías, la saludable propuesta de la editorial de carácter artesanal de Leonardo Donozo se mete como cuña entre los tanques de las más grandes. “Antes, mis libros estaban en el centro de las mesas. Ahora al costadito”, bromea -o no tanto- Donozo.
Desde la otra vereda, Valerio asegura que “no es tan así”, se ataja Valerio, y cuenta que Planeta está haciendo algunas experiencias de “asociaciones” con emprendimientos pequeños. “Hay lugar para todos”, asegura el editor, que emparenta el fenómeno actual de los libros de rock con el que experimentaron en su momento los de Cocina, con Narda Lepes como piedra basal.
¿Que comparar al rock con la cocina suena odioso? Concluye Fernández Bitar: “Si la pregunta es si a veces parece que hay que llenar ese nicho con cualquier cosa, la respuesta es 'sí'. Pero en el camino se cubren huecos de la historia de nuestro rock con material muy valioso. Y hoy, cuando entrás a las librerías, es una alegría ver que ahora tenés a la vista un estante que antes, ni siquiera existía”.
Eduardo Slusarczuk




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